Réquiem por las matemáticas
Aquella frase hecha que dice “no hay mal que dure cien años”, parecía no tener validez para mi pugna personal con los números, y es que el sistema social nos obliga desde nuestra más tierna infancia a encarar una educación positivista, donde cada año comenzando en primero de primaria, hay maravillosas cinco horas de matemáticas a la semana. Pero en fin, desde mis seis años padecí con la materia, jamás me gusto y en cada año mi intención con ella sólo era pasarla.
Admito que las matemáticas son más importantes que yo para el mundo, y sé que seguirán hasta el fin de la historia con su espantoso régimen que abarca casi todo. También admito que libramos duras batallas e incluso me asestaron sendas derrotas, como mi extra en segundo de secundaria. Pero finalmente doce años después de mi encuentro con ellas, las vencí. Mi guerra personal contra ellas ha terminado, no las volveré a recibir en una cátedra ni tendré que presentar otro examen de ellas. Las dejo y reconozco que no las odio, siempre usaré un poco de ellas (sólo lo estrictamente necesario).
Simplemente me retiro de su uso académico diciéndoles…¡Lléguenle!